Que digo yo, Doña Cristina…que igual podíamos comentar un momentito lo del sábado. Sí, ya sé que tienes tus asesores y que yo no trabajo para Casa Real ni nada, pero es igual. Sí, y además te ayuda tu abogado Horrach -¿o es fiscal de los españoles…?- y tu Agencia Tributaria -¿o es la de todos…?-. Pero lo de menos es lo legal. Te cuento: la cosa va de comunicación, ¿no? Porque que tú vas a salir del juicio absuelta, eso lo saben hasta los niños discapacitados de Belice. O sea, que lo único que te juegas -que no es poco- es tu imagen. ¡Ah, y la de la Corona! Qué tontería, se me olvidaba…
Bien. Pues si la cosa va de imagen y comunicación, lo suyo es que intentes jugar tus cartas en ese terreno. Te lo describo, a ver si coincide con lo que tú ves: los españoles, que somos envidiosillos, ya sabes, pensamos que quizá tu marido y tú os lo habéis podido llevar crudo así, sin venir a qué (todo muy presunto, como el jamón en Portugal). Y estos días nos acordamos mucho de aquello que dijo tu padre, que por cierto es nuestro Rey, de que “todos los españoles somos iguales ante la ley”. En buena hora, ¿eh…?
¿Cuál es el runrún en medios desde hace días? Si vas a bajar la rampa andando, si en coche, barco o en avión. De eso han hecho un espectáculo todos los actores de la trama, convirtiendo una anécdota de 100 metros en un tema de cientos de portadas. Mal por ti, por consentirlo, y mal por tus asesores y quienes han luchado para que te dieran privilegios. Recuerda que cada privilegio que te arrogues estos días es visto por los espectadores como un gol que nos cuelas. Y eso es malo para ti y para esa partida de comunicación que tienes que intentar ganar. A mayores privilegios, más sensación de impunidad tenemos los ciudadanos sobre vosotros.
Pero si lo de pelear para que no bajes la rampa era un mal consejo, lo del despliegue de 200 agentes de los cuerpos de seguridad del Estado es un despiporre. Sí, es cierto que podría haber gente a la puerta queriendo hacerte pasar vergüenza o hasta insultarte. Pero es mucho peor el remedio que la enfermedad. Poner francotiradores en las azoteas de los edificios y hasta un helicóptero sobrevolando, y dejar que se sepa días antes, es un desastre para tu imagen. Es como si un torero saliera al ruedo con un toro que tiene las patas atadas. La gente pensará que ante un juicio, algunos españoles sois más iguales que otros…
El circo es grande y a veces hay quienes quieren ser más papistas que el Papa, poniendo todo tipo de alfombras rojas para que no sufras. Pero cuando estés dentro de la sala, ahí ya nada de lo que pase se puede achacar a los asesores pelotas, esos que en vez de decirte que no, te dicen a todo “Sí, Alteza”. En la sala de la audiencia es tu voz la que quedará grabada y tú quien se juega sus cartas. ¿Opciones? Dos, creo:
1) No lo recuerdo, Señoría. Nunca vi dinero en casa ni a mi marido con las manos chorreando billetes. Estaba convencida de que Iñaki seguía jugando al balonmano y que en la selección le pagaban un pastizal, como a Cristiano…
o
2) Sí, Señoría, que tiene usted mucha razón: me enamoré como una colegiala y me dejé embaucar. Quizá tenía que haberme preocupado más por el origen de nuestra mansión y de nuestro tren de vida. Me engañó y fui poco prudente por dejarme. Mea culpa aunque nunca pensé que mi chorvo delinquiera.
La opción dos es la correcta, aunque visto el nivel de vuestros asesores de comunicación, es posible que optéis por jugar a la uno, a negar la mayor. Si os atrevieseis a una defensa desde la humilde disculpa y asumieses algo de culpa (aunque sólo sea por ingenuidad al no ver los delitos), saldrías de la vista victoriosa. Tú y la Corona ganaríais dignidad, como cuando tu padre soltó ese “Lo siento mucho, me he equivocado; no volverá a ocurrir“. Aquellas 10 palabras del Rey fueron la mejor salida que pudo haber tenido cuando el mundo entero se le vino encima. Nunca volverá a ser admirado como lo fue hasta hace unos años, pero sin esas 10 palabras no habría podido ni volver a presidir un acto público.
Recuerda también, Doña Cristina, que en este cuento también hay malos y buenos. Y para casi todos menos para Horrach, que está loco por hacer de malo para que los malos lo asciendan, el juez Castro es el bueno de la película, ese por el que todo ciudadano honrado pondría la mano en el fuego sin quemarse. Por eso, su altura moral, sabiendo como sabemos que se juega hasta su vida, hace que el nivel de exigencia hacia la imputada sea más alto aún.
El sábado tú no te juegas sólo tu vida y tu imagen. De hecho, lo normal es que vuelvas a volar a tu burbuja y tu vida en Ginebra y te abstraigas de la estela que aquí dejes. Lo que más te juegas es, precisamente, la imagen que das de tu familia y de España. Y por eso me preocupa lo que hagas, pues de tu actitud depende lo que piensen de nosotros, los españoles, en el resto del mundo. Es así de triste. A la Monarquía, colgando a duras penas de un par de muletas y varias prótesis inestables, le hace mucha falta parar la caída. Hoy no tenéis el apoyo ni siquiera de los que antaño pensábamos que la Casa Real nos costaba poco para la gran publicidad de España que nos hacía en el mundo. Porque hoy, encima de que pagamos las juergas, nos dais una imagen exterior lamentable. Ni Anson ni Peñafiel podrían defender los comportamientos poco ejemplares de algunos de los miembros de la Casa.
De ti depende que el sábado volvamos a pasar otro ratito de vergüenza e indignación o que tu actitud en las formas y en las palabras sea digna de la educación que has recibido y de la institución a la que representas. No tengo simpatía por ti pero sí me importa mucho mi país. Quiero una España limpia de conductas tan penosas como las de los supuestos manejos de tu marido o de los de cada vez más políticos de tantos partidos. Y eso tendrá que venir un día, pero no mañana sábado. Mañana, Alteza, tienes la oportunidad de quitarte presión entonando un mea culpa y de devolver a la Corona y a España un trocito de la dignidad que nos ha sido hurtada. ¡Ojalá tengas suerte y lucidez!
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Foto de OEA OAS.
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No querido, no se trata de evitarle abucheos o insultos, que esos los oyó porque el público estaba lo suficientemente cerca. Se trataba de seguridad ¿o es que lo que te habría gustado es que algún descerebrado, azuzado por los comentarios públicos, la hubiese atacado? Te recuerdo que en esa misma Mallorca unos asesinos de ETA intentaron matar al Rey. en todo caso, recuerdo a todos que únicamente en las dictaduras, los familiares son responsables de los actos de algún miembro de la familia. EN democracia, la responsabilidad penal es exclusivamente personal, es decir, solo es culpable quién comete el acto delictivo. Por cierto, si Undargarín se aprovechó de su cercanía a la familia real, ¿No será que quienes le contrataron pretendían también aprovecharse de ello?