¿Se puede poner fin a la bajeza moral de la televisión?

Desde hace unos años, la televisión está cada vez más poblada de programas repugnantes que nacen sin código ético alguno y, lo que es peor, se intentan hacer pasar por espacios de corte informativo dignos de respeto. La mayoría llevamos tiempo asistiendo perplejos a una degeneración constante que, de tan frecuente, nos pasa casi inadvertida. Pero estas últimas semanas hemos tenido que sufrir una nueva vuelta de tuerca; o mejor dicho, de noria; porque el programa La Noria, de TeleCinco, presentado por Jordi González, ha caído en un grado de bajeza moral que me parece difícil de superar. Perdonad que empiece con tan mal tono, pero se hace difícil hacerlo menos amargo.

Lo ocurrido lo sabréis casi todos, por lo que lo resumo muy brevemente: el programa La Noria invitó y pagó el sábado 6 a Violeta Santander, la novia de Antonio Puerta, el indeseable que pateó al profesor Jesús Neira cuando éste le reprochó que pegase y arrastrase a su chica por la recepción de un hotel. Como es sabido, Jesús Neira se debate estos días entre la vida y la muerte debido a esta brutal agresión.

No quiero entrar en el debate clásico de si los medios de comunicación deben dar voz a asesinos, maltratadores, terroristas o gente de su entorno, porque consideren que su testimonio pueda ser de interés para la audiencia. En este caso, me parece reprobable que esta sinvergüenza haya tenido la oportunidad de defender ante 2 millones de personas al maleante con el que comparte su vida. Pero la clave no está en su absoluta falta de escrúpulos, sino en el hecho de que el medio de comunicación -el programa La Noria, de TeleCinco-, haya pagado cerca de 72.000 euros a la chica por acudir invitada, como eufemísticamente llaman ellos a quienes tan alegremente pasean su falta de valores por el plató.

Ante el atronador abucheo recibido en tantos sitios, el presentador del programa salió en tromba a defenderse con argumentos tan sólidos como que la cifra es más baja de 72.000€, como si una cantidad menor les hiciera menos culpables de podredumbre moral; asimismo, desde el programa aseguran estar siendo víctimas de un doble rasero moral, promovido por aquellos medios que, no habiendo pujado tan alto, han perdido la jugosa exclusiva de tener a la mencionada Santander.

¿No os parece que es para echarse las manos a la cabeza otra vez más? En todo lo ocurrido en TeleCinco no hay ni una sola infracción de la ley, por lo que no parece que haya forma alguna de evitarle a Isabel Cepeda -la mujer del profesor Neira- y a su familia, el sufrimiento gigante que todo este asqueroso episodio les habrá provocado en sus maltrechos corazones.

Pero quizá lo ocurrido debería llevarnos a políticos, periodistas, legisladores y sociedad en general, a plantearnos si deberíamos establecer algún tipo de reglas que eviten una degradación moral de un medio -la TV- que parece haber demostrado su absoluta incapacidad de autorregularse. No seré yo quien pretenda coartar un valor como la libertad de expresión de los ciudadanos y los medios de comunicación, que goza de especial protección gracias al artículo 20 de la Constitución. Pero dado que las televisiones eligen en casos como este ganar dinero a costa de hundir a gente inocente -la familia de Neira- y hacer encima partícipe de los beneficios de su tropelía a los allegados del agresor, me pregunto si no deberíamos reflexionar los demás…

“No enciendas la tele”, pensaréis algunos. Pero más de 2 millones de personas sí lo hicieron. El problema es precisamente que a muchísima gente le entretiene ver esta basura por televisión y alimentan un pez que se muerde constantemente la cola. Además, en una sociedad como la nuestra se antoja difícil establecer límites morales sobre el derecho de la gente a ver lo que quiera. Y a la inmensa mayoría nos conmueven casos tan flagrantes, igual que sucedió hace un tiempo con Farruquito cuando aprovechó su malganada fama para pregonar su tardío arrepentimiento a doble página.

En este ejemplo pasó algo parecido, que seguí de cerca por mi afición al flamenco: hasta el atropello, Farruquito era un bailaor joven con muchísimo talento -pero aún demasiado imberbe para aspirar a ser estrella- al que sólo conocíamos quienes seguimos de cerca este arte. Desde su salida de la cárcel, me consta que su polémica popularidad le permitió subir notablemente su caché artístico, lo que es igualmente asqueroso. Pero siendo triste, al menos que yo sepa, no se tuvo constancia de que un medio pagase una fortuna por entrevistar al bailaor acerca de el accidente en el que Benjamín Olalla perdió la vida bajo el coche de Farruquito.

Incluso, tres días antes de su ingreso en prisión, el joven bailaor se permitió el asqueroso lujo de conceder en televisión esta entrevista a Jesús Quintero en la que, por encima de cualquier arrepentimiento, se ve un interés enorme por destacar públicamente, y hasta en tres ocasiones, lo que en privado probablemente nunca haya existido -el ofrecimiento de ayudar a la familia de su víctima, Benjamín Olalla, al que ni siquiera cita por su nombre-. Igualmente se ve cómo su insensibilidad llega hasta el punto de consentir que sean su hermano Farru, su primo Barullo y Joselillo Romero quienes actúen a continuación en el programa para promocionarse (Al Natural), justo antes del lanzamiento de este joven trío de bailaores que se estrenaron como conjunto artístico unos días después, coincidiendo con el calor de la tragedia y el ingreso en prisión de Farruquito.

Pero siendo repugnantes los detalles del caso Farruquito, no se llegó a saber de ningún medio que en aquella ocasión llegase a pagar por entrevistar al homicida. Por eso me parece que en esta ocasión, TeleCinco nos ha vuelto a empobrecer un poco más a todos. Y me pregunto si, además de dar la espalda a programas como este, podemos pensar en otras soluciones que devuelvan algo de la dignidad perdida a nuestra sociedad y nos protejan de la sucia codicia de los responsables de este tipo de programas. ¿Se os ocurren soluciones? ¿Alguien tiene ideas que eviten nuevas bajezas morales por parte de las teles?

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18 comentarios en “¿Se puede poner fin a la bajeza moral de la televisión?”

  1. Siento no tener ninguna solución ni ninguna idea que aportar pero, si de algo sirve, que este comentario sea la muestra de mi apoyo a iniciativas como éstas para al menos intentar hacer algo para frenar este tipo de repugnantes acciones que se pasean impugnes por nuestras narices y que encima enriquecen a sus promotores. En lo que a mi respeta os doy mi enhorabuena por al menos reflexionar sobre ellas e intentar frenarlas.

  2. Es como la pregunta de qué fue primero ¿la gallina o el huevo? la degradación moral de la tele, proviene de la degradación de todos nosotros o al revés? lo que sí está claro es que una y otra se alimentan y crecen. Obviamente la solución sería un cambio de cultura que nos llevara a todos a gastar nuestro tiempo televisivo en contenidos de mayor calidad o al menos no-asquerosos como estos, la pregunta es ¿cómo? y sigo sin una respuesta…

  3. Una manera de no participar en esto es no tener TV, hace seis meses que la suprimí de mi vida (en un principio por razones “decorativas” – no cabía armónicamente en mi nuevo piso) y no la echo en falta para nada. Me informo a través de la web, bajo de itunes las series que quiero ver, etc. La tv vive de la publicidad. Cuanto menos gente tenga tv, la torta disminuirá y quizas los anunciantes migren a medios más “interesantes”

  4. Afortunadamente, no vi “La Noria” ese día. Es más, desde hace ya algún tiempo que simplemente evito cualquier programa de ese tipo (que no son pocos) y que sólo reflejan y presentan el lado más repugnante y asqueroso del ser humano. Está claro que, especialmente en Telecinco, lo que manda son los resultados de las mediciones del rating y, por tanto, los programas están enfocados a potenciar ese tipo de “entretención” o “tele-caca”, en palabras de Sánchez Dragó.

    ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo frenar la bajeza moral de la TV? Creo que la solución no pasa por regular los contenidos televisivos, ya que creo firmemente en la libertad de expresión (incluso si detesto lo que se está publicando o emitiendo).

    Más bien, creo que la solución pasa por la presión que nosotros, los telespectadores, la sociedad civil, puede ejercer. A fin de cuentas, ¿no se trata de libre mercado? Promovamos una gran campaña de concienciación pública a nivel nacional para desacreditar este tipo de “¿periodismo?” (quizás estos comentarios podrían ser el comienzo). Abogemos, simplemente, por el poder que nos dan nuestros mandos y cambiemos de canal cuando algo nos parezca ofensivo, inmoral o intrusivo en la esfera privada del famoso de turno.

    Así, lentamente, les estaríamos quitando audiencia a quienes pretenden imponernos su forma de “informar”. Las emisoras, al bajar los niveles de audiencia, poco a poco dejarían de lado este tipo de programas y dejarían de pagar sumas francamente absurdas por tener a personas de escasa valía moral. Tomaría tiempo, claro, pero valdría la pena intentarlo. Que cada uno eligiese un par de programas que encontrara reprochables y los castigara desde su propia casa. A pesar de eso, quizás todavía habrían 2 millones de personas con esos gustos televisivos, pero, al menos, habríamos hecho algo para no extender aún más esta verdadera “plaga mediática”.

    Por otro lado, afortunadamente, hay muchos otros programas en otras cadenas que sí valen la pena y que merecen ser premiados con nuestra audiencia.

    Otra alternativa más a corto plazo y simple, es la que plantea Patricia en el comentario anterior. Es decir, prescindir completamente de “la caja idiota”. No estaría nada mal. También me lo estoy pensando.

    Un saludo a todos y, como siempre, Pablo, es una verdadera bocanada de aire fresco leer este blog.

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  6. Desgraciadamente, hay poco que añadir. Suscribo lo de la “bocanada de aire fresco” que apunta Matías y coincido con las aportaciones de los comentarios. Es un lástima que ciertos profesionales (de las cadenas ya nos lo podemos esperar todo) hayan decidido tomar partido por el amarillismo y el sensacionalismo de la prensa “del hígado” (más que del corazón). Jordi hacía, hace años, magazines de entretenimiento en TVE o en TV3 con cierta dignidad. Un “late show” como “Les 1000 i una” tenía su gracia en los ’90 y resultaba original; que ahora se enfade con las críticas y reclame un respeto por su trabajo resulta patético. Y la coartada de González o de Milà de que así pueden hacer periodismo de investigación (?) con espacios como “Diario de…” ya no se le cree nadie. ¡Ánimo, chicos, la cosa …ya no puede ir a peor!

  7. Hay muchisima gente que en nuestros trabajos, terminamos haciendo cosas que no nos gustan. Los presentadores igual, si no, no trabajarian. Además, es un gran profesional.

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