La ética dirá qué empresas mueren mañana

La web 2.0 nos ha metido a todos en un gran hermano mundial. Los medios sociales dieron un vuelco a la política, a la empresa y a la sociedad, y hoy todo es -para bien y a veces, para mal- transparente. El directo en tiempo real te coge de lleno, seas un político, una gran corporación o un náufrago que se derrama en la arena de la playa mientras una señora en chancletas lo retransmite al mundo desde un simple teléfono.

Todo es transparente como el cristal y todos comentamos en directo cómo actúa tu empresa con sus clientes o cómo trata a sus trabajadores. Eso es lo que hace que hoy no baste con comunicar de forma ética: solo sirve gestionar de forma ética. Lo demás huele que apesta y no nos lo tragamos. La diferencia es abismal y marcará qué compañías sobreviven mañana y cuáles mueren víctimas de directivos que roban la última brizna de oxígeno del pasado arañando favores a unos legisladores que también dan sus bocanadas finales.

Esos que se repartían el poder sin espectadores en reservados de café, copa y puro, comparten hoy sus últimas manos de cartas mientras despotrican de que se inventara Twitter y entonan un réquiem por el final de los tratos de mesa camilla. ¿Quiénes son ellos? Porque además suelen ser más ellos que ellas

Los directivos de esas compañías que piden al legislador que obligue al españolito a pagarles por usar el sol, los que sobre-pasaron lo que hiciera falta para ganar contratos, o esos de medios de comunicación que pergeñaron enjuagues en vez de intentar recuperar la credibilidad ante sus lectores. También exprimen el pasado esas empresas que juegan sucio porque saben, con su cálculo frío y cruel, que son más los que no reclaman que los que sí lo hacen.

¿Cuáles son esas compañías? Aerolíneas de bandera que eligen atropellar a sus viajeros porque les es rentable a corto plazo, famosas low-cost que siempre se gestionaron desde la falta de escrúpulos, telefónicas que echan alcohol en las heridas del cliente porsicuela o empresas de contactos para adúlteros que nacieron siendo malas con sus propios usuarios y hoy se quejan de la justicia poética.

Unas morirán en unos días, otras se apagarán más despacio y otras cambiarán a sus directivos trileros por otros que sí entiendan que no vivimos una época de cambios sino un cambio de época. Lo bueno es que el río del que todos bebemos correrá más limpio. Ya hay empresas que marcan el camino a seguir y son rentables gracias a sus principios. Hoy no basta comunicar de forma transparente: solo sirve que la gestión sea ética.

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1 comentario en “La ética dirá qué empresas mueren mañana”

  1. Hola Pablo, no puedo estar más de acuerdo contigo, las empresas se verán obligadas a optar entre seguir los pasos que un mercado, cada vez mas transparente, demanda o el inexorable derrumbe,o la ética o un hético devenir hasta la consunción total. Sin embargo enlazas al amigo Reverte, y ya que su auto-otorgada patente de corso no admite contestaciones, claro, si tú me lo permites quisiera comentar alguna cosa del desahogo revertiano. No es que quiera erigirme en defensor de Iberia, pero es que el académico cuenta unas cosas rarísimas, empezando por ese “vistazo” que dice echar al embrollo. No sé tú, querido Pablo, pero si a mi un señor de la edad del escritor se me queda echando un vistazo de varias horas que incluye una persecución por distintos mostradores y oficinas de ventas, pegadito a mi vera, yo llamo al 112. No te digo nada si uno fuese una jovencita a la que el académico se ofrece a vengar cual moderno Montecristo aeroportuario.
    Perez me cae bien, pero es que es ver un mostrador y pide unas cañas y una de bravas, sin reparar en que se trata de un mostrador de facturación y no el mostrador del bar de Lola y, claro, ya puesto en situación, el desahogo tabernario sale solo. Califica de hijos de puta a los que legislaron desde sus despachos acerca del procedimiento de sobreventa. Es pura concesión a la galería. Las leyes se redactan en despachos, no en el bar de Lola, aunque siempre puede elevar una ILP para revertir tan absurda costumbre.

    La sobreventa legal, es un procedimiento utilísimo para optimizar la ocupación de un avión y si no hubiésemos legislado al respecto otras compañías procedentes de países donde el procedimiento es legal, es decir, el resto del mundo, hace tiempo que nos habrían comido la tostada aún mas de lo que ya lo hacen. Rara vez hay damnificados, por otra parte. Los que, por pertenecer a compañías aéreas, solemos volar sujetos a espacio, sabemos que es habitual que en un vuelo con quince plazas de sobreventa, por ejemplo,, continúen, a la hora de despegar, sobrando algunos asientos y por tanto podamos nosotros volar.La gente no enlaza, cambia reservas cuando su tarifa le da derecho a ello e incluso son abducidos por las tiendas libres de impuestos. Es cierto que alguna rara vez (claro que hay miles de casos, pero entre muchos millones de desplazamientos) se alinean cruelmente los astros y se deniega el embarque a algún pasajero con reserva confirmada, normalmente de las tarifas inferiores, pero los hijos de la gran chingada de las instituciones comunitarias previeron para está posibilidad una indemnización de 600 euros para un vuelo transcoceanico y embarque prioritario en el siguiente vuelo, ademas de manutención y otras añadidos. Entre las poseedores de las tarifas inferiores a veces hay tortas por pillarlo. El procedimiento es mejorable y en EE.UU algunas compañías ofertan antes de denegar el embarque estas indemnizaciones y otras bicocas como la anhelada subida de clase a quien quiera volar al día siguiente. Espero que seamos capaces de implementarlo aquí también. Si Reverte hubiera empleado el tiempo dedicado a la observación de la gimnasia reptiliana en informarse un poco, hubiese comprobado que suele ocurrir así, aunque esto no enfervorice a las masas, como lo hace su columna, ni mueva a la parroquia de su colmado a dar vivas al vengador.
    .
    Después de esta disgresión sobre el overbukin, por seguir su grafía, ¿quién es uno para enmendar la plana a un académico de la Española?resulta que lo que nos cuenta nada tiene que ver con él, sino con la falta de personal en los mostradores, que retrasa el procedimiento de facturación. Triste, pero la verdad es que las compañías tienden a que casi todos estos procesos se hagan cada vez más desde la red y aquí sí, el que no espabile lo lleva claro. Siento lo de las chicas, siempre que la anécdota no pertenezca a la exitosa ficción que tantos lectores le ha dado al novelista, incluido yo mismo, pero todos disfrutaríamos más si a su irreverente prosa no la lastrase una falta de rigor demasiado habitual y la búsqueda impenitente del aplauso fácil. Lola,¡ponte otra ronda!

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