Esto del Canon AEDE lo ha contado ya Enrique Dans con un post redondo, que lo explica muy clarito. Pero como Rosa Laviña, mi madre, no lee a Enrique, se lo quiero contar yo.
Querida Madre (sí, yo llamo a mi madre así, ¿qué pasa?):
Perdona que te escriba por el blog en vez de en privado, porque además voy a comer a tu casa mañana, como todos los viernes, y podemos hablarlo en persona. Pero es que este tema es importante e igual no está mal que lo lean otras madres. Te voy a hablar de internet, que es ese sitio al que tú entras como una flecha desde tu iPad. Pero sobre todo te voy a hablar de libertades y de democracia, dos temas en los que tú eres maestra. No en vano, Padre y tú os jugasteis la vida -sobre todo él, pero tú tuviste lo tuyo…-, para que hoy tengamos libertades que en el franquismo soñabais. Salvando las distancias, Madre, siento decirte que hoy vuelven los grises. Si hablamos de Rajoy, pensarás tú con tu inimitable gracia, "nunca mejor dicho"…
Sé que cuesta creer que tras tanta decisión corrupta y tanta ineptitud, quede espacio para más. Pero sí. Lo que está a punto de perpetrar esta vez nuestro Mariano es muy grave. Te lo explico con un cuento, no tan bueno como los tuyos pero que espero que sirva, Roseta: un señor tiene un restaurante que montó hace años, cuando nos iba bien. Entonces, no había ni que promocionarlo: lo tenía a rebosar y cobraba 30 euros por comensal, que todos pagaban encantados. Sus clientes lo mataban a achuchones.
Aquel sitio era maravilloso, el único lugar donde se enriquecían cuerpo y alma, no había cosa igual. Porque encima, y de eso tú sabes bastante, los comensales iban al restaurante para comer muy bien pero también porque en aquel sitio se debatía del país y se ponía de vuelta y media al poder establecido. Las mejores discusiones politicas nacían en sus mesas, y de sus manteles salían complots que hacían a la gente sentirse viva. En ese restaurante se conformaban nuevas ideas que cuestionaban lo establecido y hasta había ocasión de conectarse entre las mesas para al final acabar cambiando juntos el país y hasta el mundo…
Un día pasó algo inédito: llegaron de la mano la crisis y la modernidad. Los nuevos tiempos hicieron florecer miles de nuevos restaurantes, algunos tan buenos como el del señor. Y mejores. Por suerte, esa modernidad trajo también unas herramientas fantásticas de promoción: unos chavales jóvenes montaron en una pared un corcho fabuloso que se dedicaba a recomendar los mejores restaurantes de la ciudad. Le preguntaron al señor si quería que en el corcho figurase gratis su restaurante y el hombre encogió sus hombros y dijo que sí, claro. A cambio, los chavales del corcho metían unos cartelitos más pequeños en la parte menos visible del corcho para que, quienes se parasen a mirar los restaurantes, vieran de paso su teléfono y pudieran llamarlos a ellos para poner, en otro negocio que tenían, un anuncio de una mercería, por ejemplo. Pero al señor del restaurante lo incluían gratis en el corcho porque su sitio merecía ser recomendado. Cada vez más gente se paraba a mirar ese corcho y esa era la nueva forma en que decidían en qué sitio comían cada día.
Pasó el tiempo y la crisis se hizo fuerte, aunque José Luis primero y Mariano después decían que eso eran chuflas. Pero sí: los españoles no gastaban con alegría. Eso sí: seguían con la manía de comer cada día. Por suerte, el restaurante de aquel señor era en aquellos días igual de apetecible que años atrás. Y los chicos jóvenes, por su parte, habían hecho Historia: su corcho se volvió gigante y se multiplicó miles de veces por cada barrio, por cada rincón de la ciudad, porque a la gente le era muy útil. Así que cada vez más personas veían en el corcho el restaurante del señor, y cada vez más comensales empezaron a ir allí a comer sólo porque lo veían en el corcho entre los más destacados.
Pero miles de restaurantes habían brotado como setas y muchos de ellos eran de dueños que no aspiraban a ser ricos sino a vivir dignamente de una buena cocina y un precio ajustado. ¿Qué pasó? Obvio: los precios cayeron, la gente ya no tenía dinero para comer a 30 euros cada día. Se imponían por todos sitios los menús de 10 euros y hasta más baratos. El señor vio cómo todo eso le mermaba las ventas. ¿Se cruzó de brazos? No, claro: redujo los sueldos a sus camareros y cocineros, aunque el suyo ni lo tocó. Porque era el dueño, claro.
Pasó el tiempo y vio que ni aun así. Perdía dinero. Despidió a su mejor cocinero y también al que hacía los postres por los que muchos de sus clientes iban. ¡Ah! Y se cargó a los dos camareros preferidos de los clientes habituales. Su restaurante perdía lo más valioso, pero él se quitaba unos cuantos sueldos de encima. Pensó en cambiarse a un local más barato pero lo descartó porque le gustaba el barrio y no le salía empezar de nuevo. Sí, el precio del alquiler era inasumible pero él vivía cerca y, a esas alturas, no le apetecía cambiarse de barrio ni perder comodidades.
Esos dos cocineros y los dos camareros montaron un nuevo restaurante que entusiasmaba, y a un precio buenísimo. Y ganaban dinero para vivir. Pero esa es otra historia. El señor vio que aun así perdía dinero. Así que tuvo una idea maquiavélica para la que encontraría un aliado perfecto. Llamó al Gobierno para hacerles una propuesta. El Gobierno estaba harto de que en aquel restaurante se conspirara cada noche contra ellos y no podía más de ver que todas las críticas y las operaciones para echarlos venían de ese cenáculo. Así que cuando el dueño le dijo que necesitaba su ayuda para dejar de perder dinero, Soraya -así se llamaba la del Gobierno- se frotó las manos. "Esta es la mía", se dijo.
Escuchó la propuesta del señor, que era ciertamente curiosa:"He pensado que a los chavales esos del corcho les va cada vez mejor. Me mandan muchos clientes cada día y yo gano dinero con cada uno que me llega. Como sigue siendo poco para cubrir mis gastos, he pensado lo siguiente -le dijo el señor a Soraya-. Cada vez que me venga un cliente que me haya visto en el corcho, a los chicos del corcho les obliga el Gobierno por ley a que me paguen otros 10 euros además de lo que yo les cobro. Como los chicos tienen otros negocios con los que ganan dinero, seguro que no les importa pagarme por mandarme clientes".
"¿Encima de que ellos te mandan clientes sin que tú les pagues, quieres hacer que ellos te paguen a ti por mandártelos? Suena descabellado", pensó aquella mujer. Pero como llevaban una época muy dura y tenían a todo el mundo en contra, la tipa -que era lista- vio la oportunidad para su Gobierno. El cielo abierto. Le dijo que sí, que le ayudaría a hacer el mundo al revés. Pero no sin cobrarse ella algo a cambio, claro. Lo más valioso para aquel Gobierno era intentar comprar el silencio de la sociedad. Y se lo acababan de ofrecer en bandeja. Así que lo aprovechó. Dictó una ley infame que obligaba a los chicos del corcho a pagar al restaurante por cada cliente que le mandaban y, a cambio, obtuvo el compromiso del dueño del restaurante de que en adelante jamás se criticaría al Gobierno en ninguna de sus mesas.
"¿Pagaron los del cartel?", te preguntarás, Madre… Pues no. Dijeron que si la ley se aprobaba, ellos se irían con su cartel y las personas perderían esa ayuda tan valiosa para encontrar buenos restaurantes recomendados.
La ley se aprobó ayer miércoles 15 en el Senado y se confirmará en pocas semanas en el Congreso. Se llama familiarmente Tasa Google o Canon AEDE, según quién hable de ella. Yo prefiero llamarla AEDE, que es como se llama el señor del restaurante. En realidad no es uno sino muchos: AEDE es la unión de viejos periódicos españoles (ABC, El Mundo, El País, La Razón…), que ya han cumplido muy bien su parte del pacto cambiando a los tres directores que molestaban al Gobierno.
Los chicos del corcho se llaman Google, claro. Por eso los señores de los diarios antiguos llaman a la ley Tasa Google, para que tú, Madre, te creas que el tema no va contigo sino con hacer pasar por caja a unos muy malos que ganan mucho dinero. Y sí, ganan mucho dinero pero NO con Google News, el producto que están a punto de cerrar. En el mundo, Google envía 10.000 millones de visitas al año a todos los medios de comunicación. A cambio, los medios exhiben a esos visitantes caídos de internet sus anuncios, pero ahora quieren cobrar dos veces. Si nada lo remedia, Google cerrará su buscador de noticias (Google News) en España. Será la segunda vez que el buscador cierra parte de su negocio en un país. El otro es China, otra democracia consolidada, como la nuestra ;). Prefieren irse antes que pagar dinero y sentar un precedente que rompe el principio esencial de internet en todo el mundo: citar es libre y es bueno, por definición.
La historia es mucho más larga. También yo, que tengo este blog que me cuesta dinero y tiempo, tendré que pagar. Pagar por citar a esos diarios que no se adaptaron y no saben ganar dinero en la era digital. ¿Pagar por qué? Pues por eso, por citar una noticia de ellos y enlazarla para que tú pinches y vayas a verla allí y a tragarte a cambio sus anuncios. Sí, Madre, ya sé lo que estás pensando: "Los diarios se hacen con noticias de la realidad, que es de todos. Con declaraciones de personas que dicen cosas que luego se convierten en letras". Y hasta se hacen diarios con portadas infames sobre Teresa Romero o sobre el presunto pederasta de Ciudad Lineal robándoles sus fotos y su intimidad. Con las fotos privadas que les roban a ellos de su perfil de Facebook, sin ni siquiera pedirles permiso y a costa de hundirles la vida desvelando su intimidad, ellos hacen su portada. Que luego venden. Sí, cada página de un diario lleva decenas de citas, de fotos y contenidos ajenos que el diario empaqueta y pretende cobrar como propios mientras a los demás nos obligan a pagarles por citarlos y por beneficiarlos. Por eso hace meses que en este blog no enlazo a ninguno de esos diarios, porque no quiero mandarles visitas si con ello les hago daño, como ellos sostienen aguantándose la risa con la mano en la boca.
Bueno, Madre, siento que mi carta acabe tan triste. Mañana te veo y nos echamos unas risas con mis hermanos en la comida, como siempre. Y nos reiremos de ellos, claro. De momento, eso no nos lo cobran. Cruza los dedos…¡Ah! Como eres culta y seguro que quieres ver si mi cuento tiene algo que ver con la realidad, te pongo aquí un vídeo maravilloso que no te puedes perder y algunos artículos de gente que ha contado este tema mucho mejor que yo. Un beso!
Si tu madre no es como la mía porque tú eres un directivo de un medio de AEDE, dile que se salte todo mi post y se lea sólo esta explicación más corta: "Mamá, el Canon AEDE es un enjuague que hemos hecho con el Gobierno porque andamos muy apretaos de pasta y necesitamos dinero. A cambio, el Gobierno nos paga la juerga para mantener nuestros sueldazos. Pero lo mejor es que nos paga con el dinero de Google, que son americanos y no se les acaba ni tirándolo".
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Foto prestada por Tripu (Café Gijón).
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Gracias hijo,por ilustrarmetanto.
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Que suerte que hayas decidido explicar a tu madre el canon Aede, porque así, de paso, otras madres nos enteramos también. Muy pedagógico y muy clarito. Chapeau Pablo
Felicidades Pablo, un artículo excelente y muy bien explicado
Pablo,
Te ha faltado contar algo fundamental: que el del restaurante, por un lado quiere cobrar a los del corcho, pero por otro, tiene enfocado su negocio a ser el que sale más destacado en el corcho, día a día, lo cual es totalmente contradictorio.
Y es que los medios tienen enfocadas sus redacciones digitales a intentar salir cuanto más destacados mejor en Google News (y tb en Google, que el buscador muestra un resumen de Google News si lo que se busca son noticias o temas relacionados con ellas) compitiendo unos con otros,
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