El censor del rey que nos regala un viaje en el tiempo
Hace 50 años, mis padres viajaban a Perpiñán porque un señor rancio, que decidía por todos, pensó que los españoles no eran adultos para verle el culo a Marlon Brando en El último tango en París. Con su decisión, el gran censor estimuló la curiosidad de toda una generación que, gracias a él, conoció Francia, viajó a otra cultura y abrió sus ojos a un mundo más libre y más feliz. Casi medio siglo después, la historia se repite un poco…